En fecha reciente, ha llegado al correo electrónico del Centro Argentino de Arte Cerámico, así como a la dirección personal de muchos miembros de nuestra comunidad cerámica, este correo remitido por el artista Emilio Villafañe:
“En el año 2012 se realizo una convocatoria en el CAAC para analizar aspectos de nuestra actividad; se manifestó la preocupación sobre la falta de proyectos y participación de los ceramistas; para esa oportunidad envié una carta informando distintos proyectos, especialmente el ENACER, Encuentro Argentino de Ceramistas, a mi criterio el proyecto más democrático, participativo y solidario para difundir, hacer y consolidar nuestra actividad.
Me ocupé de invitar por distintos medios a participar a todos los que quisieran. Es evidente que luego de 25 años de encuentros este proyecto no genera interés en algunos ámbitos, donde se hace más culto a las exposiciones y presencia en los distintos salones o certámenes para hacer currículum.
Cada uno elige, de acuerdo a su ideología, en qué participar, y entiendo que ese puede ser el tema para reflexionar en la próxima oportunidad.
Se está organizando una exposición de aproximadamente 50 ceramistas en el museo de la fundación Romulo Raggio; cada ceramista debe abonar $ 200.- para catálogo, el vino de inauguración y otros gastos. $ 10.000.- para organizar un evento tradicional, en un lugar privado.
Si la novedosa propuesta es generar un evento social, les propongo hacer un asado con excelente vino, que con ese dinero sobra y le donamos el resto a la cooperadora de alguna escuela de cerámica .
Cordialmente un abrazo.
Emilio Villafañe”
Como bien recuerda Villafañe, el sábado 14 de abril, con una remarcable respuesta, se efectivizó un encuentro propuesto por la artista Carlota Petrolini para el cual el Centro Argentino de Arte Cerámico cedió sus instalaciones en pos de su concreción. Las alternativas y resultados del encuentro fueron reseñadas por diversos medios y, para quien no las conozca, pueden encontrarse en el siguiente vínculo de nuestro blog:
Con el propósito de acompañar el evento, el día 31 de marzo de 2012 Villafañe nos envió, en nuestro carácter no de organizadores sino de anfitriones, el siguiente correo:
“A los compañeros del CAAC, no estaré en la Argentina ese Sábado y al menos me gustaría recordarles a los colegas que desde hace 20 años se organizan los ENACERES Encuentro Argentino de Ceramistas, espacio abierto y democrítico (sic) en el que participan muchos ceramistas y estudiantes del país, SEMINARIOS en Villa Gesell, con más de 399 participantes, SIMPOSIOS en la Escuela Municipal de Cerámica de Avellaneda, estas actividades tienen en común que son participativas, espacios de difusión y sin fines de lucro, lo que me parece un aporte significativo. Siempre me llamó la atención la escasa participación de muchos colegas en el ENACER, quizás valga la pena invitarlos para el próximo a realizarse en Neuquén, estos espacios existen y es posible fortalecerlos, un fuerte abrazo de Emilio Villafañe.”
Efectivamente, en el curso del encuentro se dialogó sobre temáticas diversas; algunas de las que nuestra reseña enumera ―y que, en cierto modo, concurren a la preocupación manifiesta por Villafañe en esta última misiva— son la necesidad de plantearse el lugar que, como individuos primero y como ceramistas luego, cada quién desea ocupar en la sociedad contemporánea; la tarea de pensar de qué manera cada uno estima su hacer y cómo se posiciona en relación a diversas concepciones del arte; las dificultades para considerar las varias maneras posibles de relación con los modos diversos de puesta en circulación de los bienes cerámicos (circuito de galerías de arte, propuestas colectivas en el espacio público, emprendimientos de gestión con la comunidad, etc.); la posibilidad de generar eventos con convocatorias de amplio espectro que estimulen e incrementen el interés por la disciplina, y particularmente su posibilidad de encuentro e intersección con otros haceres del arte; el deber de apuntar al fortalecimiento de un horizonte federal a la hora de considerar la disciplina desde la perspectiva nacional.
Queremos aprovechar la oportunidad que deja abierta la palabra de Villafañe para expresar, una vez más, nuestro parecer como institución respecto de estas cuestiones.
Ante todo, como institución nacional que se quiere democrática y plural, no podemos dejar de festejar la existencia de posiciones distintas ―cuando no diametralmente opuestas— respecto a la manera de conceptualizar el arte cerámico y, con ello, naturalmente, las diversas maneras de producirlo, ponerlo en circulación y reconocerlo. Sabemos del enorme esfuerzo que es organizar desde nuestra ciudad un evento para encender el pensamiento acerca de nuestro hacer en diversos puntos de nuestro país ―valgan, por caso, el ENaCer mencionado por Emilio o nuestros Salones de Pequeño Formato, ambos siempre itinerantes por diversas localidades del país—,como también el costo de tiempo y dinero que tiene para quienes desde distintos puntos del país desean acudir a ellos, y para lo que muchas veces es necesario atravesar las enormes distancias que suelen separar dos puntos cualesquiera de nuestro vasto territorio.
Pero la mayor o menor asistencia a un evento no lo hace ni más ni menos relevante, ni más ni menos fructífero, ni más ni menos remarcable, ni más ni menos democrático. La valía de una gestión en el campo artístico sólo podría dimensionarse en vanos términos cuantitativos desde una posición “exitista” para la que es importante el número de asistentes y/o los fondos recaudados; ninguna de estos dos datos sería pertinente a la hora de evaluar el poder transformador que, cualitativamente, podría devenir de un simple diálogo de tan sólo dos —dos personas, dos instituciones, dos disciplinas, dos países, dos idearios…―; resultado positivo para el que sólo es premisa nada más —y nada menos― que poseer la buena voluntad de escuchar a un otro que hace, piensa, actúa distinto. Escucharlo en la esperanza de que sólo a partir de reconocer la diferencia podremos apropiarnos de alguna cosa de ese otro que nos enriquezca y nos haga mejores. En fin: el viejo principio del “canibalismo” bien entendido, tal como lo formuló en su manifiesto antropofágico Oswald de Andrade hace ya casi un siglo. Sería ocioso recordar aquí que no hay cultura sin intercambio: los pueblos que no interactúan —para escapar a la condena de la pervivencia endogámica― se debilitan y mueren. No queremos ver morir nuestra cultura cerámica encerrada al interior de una única manera de pensarla. Muchos de nuestros ceramistas deben en gran medida la calidad de su labor a la capacidad que han demostrado para trabajar en territorios que la Modernidad ha querido mantener escindidos, creando obras de arte, recreando piezas artesanales, proyectando series múltiples, emprendiendo gestiones, incluso entendiendo la tarea pedagógica como un acto artístico. En breve: desoyendo autoritarismos que sólo buscan instituir estériles compartimentos estancos en los que es imposible cualquier forma de libertad.
Nada indica que la pulsión por amasar barro junto a una comunidad enclavada en la soledad más recóndita de nuestro hermoso y riquísimo país deba estar reñida con el deseo de obtener el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Visuales. Nada más fértil que un ser complejo, que transciende lo contrario e incluso lo contradictorio para mostrar su cuantía por lo plural.
De tal manera, no pensamos que la pervivencia de creaciones cerámicas entendidas como “obras de arte” en el sentido más tradicional del término, ni su circulación por salones, exposiciones, museos y galerías ―de hecho, ámbitos que le son connaturales pues nacieron todos de una misma ideología―, en tanto movilizan a una parte de la comunidad cerámica, constituyan un índice de desinterés por un emprendimiento como el ENaCer, que hace más de dos décadas sostiene otra manera igualmente válida de hacer y de pensar la cerámica. Creemos rotundamente que la existencia de estas dos posiciones y la de muchas otras —menos conocidas, poco evidentes, nunca menos aquilatables, y siempre lejanas para nosotros de calificativos tan habituales y poco halagüeños como “marginales” o “emergentes”― son las que potencian, en su diversidad, el hacer cerámico, y en todas ellas ponemos nuestros esfuerzos como institución. Es precisamente a partir de esa diversidad que, alternativamente, unas destacan como figura sobre el fondo que las otras le proveen, y permiten —como postula Villafañe― que cada uno pueda elegir, de acuerdo a su ideología, desde qué horizonte comprender el hacer cerámico y sus resultados, así como qué perspectiva adoptar para su puesta en circulación y su reconocimiento. Pretender la existencia de una sola posición ante cualquier hacer no sólo sería imposible sino, más aún, inadmisible, en tanto el único resultado esperable es el empobrecimiento de su arte.
Un saludo cordial a todos los miembros de nuestra comunidad
Centro Argentino de Arte Cerámico
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